MEMORIAS DE MARCO. HISPANIA (II)
Augusto era el sobrino de
Cayo Julio César.
Después de
aquel trágico día 15 de los Idus de marzo me creí liberado, por fin, para poder
ir a Hispania —muy a mi pesar pues fue la fecha del asesinato del César, el que
marcó el oráculo del augur—, pero Octavio César Augusto también me quiso a su
lado… solo que como teórico; porque como ingeniero práctico prefirió a Marco
Vipsanio Agripa, ese engreído y altivo hombre de pasado militar como el mío. Al
final de su tiempo, Agripa construyó el teatro de Augusta Emérita con unos modelos
definidos por mí, por orden de Octavio, y por ello lo envidié, aunque también
lo admiré.
Pero
Agripa era más arquitecto que ingeniero y se dedicó a los edificios como termas o panteones, a la
reparación de calles o a sistemas de alcantarillado como La
Cloaca Máxima.
A
Octavio dediqué toda mi obra, todo mi estudio y todos mis desvelos traducidos
en diez extensos tomos a los que llamé con el nombre genérico
de <<De Architectura>> en los que verso sobre temas
diversos: órdenes, materiales, técnicas decorativas, construcción, tipos de
edificios, hidráulica, colores, mecánica, gnomónica, y el último, dedicado a
las máquinas; máquinas de tracción, elevadoras de agua, catapultas, ballestas…
Sé que
muchas cosas que describo y manifiesto en mis escritos serán usados en tiempos
venideros, pasados miles de años, y que los sabios, filósofos, artistas y
eruditos analizarán en su máximo exponente… como las proporciones ideales para
el ser humano que indico detalladamente en el Capítulo Primero de mi Libro
Tercero… Ojalá los dioses me regalen la inmortalidad en el conocimiento, y que
a muchos de los descubrimientos futuros los bauticen con mi nombre: esas
proporciones del hombre bien formado por naturaleza sería de justicia que las
llamaran, por ejemplo, <<El Hombre de Vitruvio>>.
Sólo
Minerva, diosa de la sabiduría, lo sabrá.
La luz de la
vela se apaga por momentos. Otro día continuaré.
Dicen que
comienza a hacer buen tiempo en Hispania. Se acerca el verano...
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