Napoleón y el Pont de Sampaio. Pontevedra.


Junto al Pont de Sampaio, Pontevedra. 7 de junio de 1.809. Entre las nueve y diez de la mañana.

<<Hombre y mujer se encuentran ocultos, en cuclillas, tras el pretil de piedra cercano al puente de acceso a la villa. De vez en cuando, lanzan miradas furtivas por encima del muro, a la vez que se observan el uno al otro, inquietos, temerosos, a los ojos. Ella agarra una vara de olivo en una de sus manos, y él porta una horca de madera que ha cogido esa mañana del carromato donde transporta diariamente las cosechas. Con su mano libre, la joven mujer acaricia la que él apoya sobre las rodillas de ella. Esperan, al igual que decenas de vecinos del pueblo, a las tropas francesas que no tardarán en hacer su aparición por el camino que enfila hacia el puente, con la única intención de invadir sus  tierras, sus calles, sus casas, sus vidas...
    Ella se llama Cecilia. A él le dicen Tono.

—Tono, ¿tienes frío? ¿Te traigo nun momento algo de casa? —pregunta Cecilia a su marido.

—No, muller, no te preocupes. Pero tú sí harías bien en ponerte algo sobre ti. Parece que esta mañá refresca un pouco —le contesta él. Ambos siguen apoyados, parapetados, detrás del muro de piedra del puente, mirando por encima de éste al horizonte, hacia la arboleda cercana.

—Non importa. Ya estamos a junio y luego seguro que hace calor. Además, me da cosa de irme no vaya a ser que vengan los “gabachos”.

—Ceci, amor, yo estaría más tranquilo si te vas a casa y recoges a “Tonito” de donde tu madre y os ponéis a salvo, por favor —le pide Tono acariciando la mejilla a su mujer, mientras contempla sus intensos ojos negros y el cabello largo y castaño sujeto con un pañuelo a modo de diadema. <<Está tan bella esta mañana…>>, piensa el hombre.

—¿Y dejarte aquí, solo? Ni lo sueñes. Me moriría oyendo los cañonazos y los disparos y no saber si estás bien. Además, están aquí también María, Elena, Isabel, Judith y la Toñi, cos seus maridos, ¿qué pensarían de mí si me fuese, eh?

Tono sonríe dulcemente y le da un beso en los labios. Cecilia escruta el rostro de su marido con amor, deleitándose en la mirada azul y luego, poniéndose seria, le enseña la vara de olivo que tiene entre las manos mientras le dice:

—E mira lo fuerte que es o meu bastón. Con esto le parto la cabeza a cuatro franceses juntos.

Tono se ríe a carcajadas y no puede parar. Ella también lo hace de ver a su marido feliz en esos momentos de angustia, y piensa: <<En esta mañana también se ha afeitado. Como todos los días, la piel suave. El pelo peinado hacia atrás, pero esos mechones que le caen maravillosamente traviesos sobre la frente. Qué guapo…>>. Él va parando poco a poco de reír mientras se seca los ojos vidriosos por la emoción. Observa los árboles lejanos, y como meditando algo, cuando se serena del todo, mira a su mujer directamente a los ojos, y le dice:

—Mi amor, cuando pase todo esto, quiero que le demos un hermano o una hermana a nuestro hijo. —Ella se sorprende, abriendo los ojos y esbozando una leve sonrisa de ternura—. Quiero que hagamos el amor como si fuera la primera vez. Quiero que volvamos a ser felices, que eduquemos a nuestros hijos para que sean personas de paz, para que se "rían" sosegadamente de los problemas, para que disfruten la vida —No puede parar de hablar: sus ojos le brillan por una mezcla de pasión, de miedo, de temor a la incertidumbre; le comienzan a salir las lágrimas de nuevo—, para que no permitan que pasen estas cosas, para que se enamoren, para que no le tengan temor a la muerte. Quiero que hagamos el amor, ¿te lo he dicho ya?, como si fuera la última vez, la última vez, la última vez… —Cecilia sella delicadamente con un dedo los labios de Tono, se vuelven a mirar expresándose en el acto la inmensidad de su amor y a continuación se funden en un abrazo. Tras unos eternos y hermosos segundos se separan, y ella le dice, con carácter y seguridad, como es habitual en la mujer:

—¡Vamos a hacer todo eso y más! Te lo juro…

En ese preciso instante suena un toque de corneta. Los habitantes del pueblo se yerguen expectantes y lanzan sus miradas hacia la posición del coronel Morillo, encargado de cortar el avance francés, que aguarda junto a los vecinos de Sampaio y a las tropas regulares,  y del que esperan las órdenes inmediatas. Redobles amenazantes de tambor se oyen en la lejanía. Pasos acompasados, miles de casacas azules con cinturones blancos cruzados sobre el torso, bayonetas en punta se vislumbran en la distancia…


En breve va a comenzar la batalla…>>




Photo: originally posted to Flickr

El puente de la localidad de Sampayo, actualmente perteneciente a la provincia de Pontevedra, sobre el río Verdugo, muy cerca de Vigo, sirvió de escenario para uno de tantos encuentros bélicos entre las milicias españolas y el ejército invasor francés del emperador Napoleón durante la Guerra de la Independencia Española. Es un símbolo de Galicia. Construido casi seguro sobre una antigua cimentación romana, tiene unos 144 metros de largo, salva las aguas del río gracias a sus diez ojos semicirculares, ligeramente apuntados y a los robustos tamajares que se apoyan sobre roca y que se enfrentan a las corrientes del agua. Para saber más detalles sobre el mismo, y sobre lo que posiblemente aconteció en esa fecha, aquí unos enlaces:




Hasta otra...

Comentarios

Entradas populares de este blog

El Puente de la Generalitat, de Elche

El Puente de Santa Teresa de Elche

El Puente del Bimil.lenari de Elx