MEMORIAS DE MARCO. HISPANIA

Siempre quise volver a Hispania, el país donde abundan los conejos.
Siempre quise volver a Hispania: el sur, cálido y agradable; el norte, lluvioso y de mar embravecido; el centro, extenso, frío en invierno y tórrido en verano -con la aguerrida Numancia como abanderada de tierra hostil-; y, al oeste, esa zona romántica y misteriosa de Lusitania, cuna de aquel Viriato.

De joven, y luego más tarde cuando fui soldado con César, me imaginaba construyendo preciosas obras de ingeniería como acueductos que salvaran gargantas y pendientes, caminos y calzadas -como la Vía Augusta, desde Gades, a través de Carthago Nova, Eliocroca, Valentia, Tarraco y Gerunda...; pero Julio no lo permitió.
El tirano estaba obsesionado con mantenerme a su lado para allanarle los caminos, reforzar las fortificaciones, levantar empalizadas y puentes que cruzaran los ríos caudalosos del norte...; todo para sus conquistas, sus ambiciones.

César me quitó la ilusión por proyectar y ejecutar grandes obras en Hispania. Quise volver a Hispania, pero Julio no lo permitió.
Me quitó hasta a mi amada Cornelia; aunque después, gracias a Júpiter, me quedó Octavia, la hermana de Augusto, nuestro futuro emperador, nuestro gran urbanizador...

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