El embarcadero de los ingleses: esa obra única de ingeniería con la que comenzó un nuevo siglo
El embarcadero de los ingleses no
sólo es el título de un libro...
También es el nombre con el que es conocida una obra única en España que
sirve de trasfondo a la novela, y cuya
construcción, inauguración y primera carga para transportar se llevaron a cabo en el periodo comprendido entre los primeros cuatro años del pasado siglo XX (1901-1904).
El muelle-embarcadero de la bahía de
El Hornillo, en la localidad costera de Águilas (Murcia), es una de las obras más representativas de la ingeniería británica del acero en nuestro país, siendo ésta la parte final de un tramo de línea férrea inaugurada en 1903.
La compañía de capital británico The Great Southern of Spain Railway Company Limited (GSSR) fue la
encargada de ejecutar dicha línea y su explotación posterior. El tramo
comprendido entre la estación de ferrocarril de la ciudad de Águilas y el
embarcadero tiene una longitud de 1207 metros y pertenece al ramal
Almendricos-Águilas, que a su vez está integrada en la línea Lorca-Baza.
Consta en diversos documentos que el
proyectista del embarcadero fue el ingeniero español Domingo Muguruza, que lo
llevó a cabo con la cooperación y bajo las indicaciones del también proyectista
y promotor del ramal y embarcadero Gustave Gillman, ingeniero inglés, director de la citada línea entre 1897 y 1911 (dejando el cargo a favor de otro compatriota,
el también ingeniero George Lee Boag, conocido éste por los vecinos de Águilas como "don Jorge", de
1911 a 1936).
En los últimos 169 metros del ramal estación de Águilas-Bahía del Hornillo se proyectó y construyó el embarcadero que sustentaría las vías del
tren. Este tramo consta de una infraestructura sobre el mar para la descarga
del mineral extraído de zonas mineras cercanas, como lo eran las sierras de Bacares y
Serón. Los trenes prácticamente se adentraban en las aguas de la ensenada, rodando por los carriles apoyados en la citada plataforma del muelle-embarcadero, y descargaban el material que
era acopiado en grandes tolvas de almacenamiento ejecutadas de fábrica. Cuando
el barco atracado en el muelle estaba situado debajo de las rampas de descarga,
el material deslizaba hacia los contenedores de los buques.
La primera operación de carga en el
embarcadero fue realizada en 1903, con el buque inglés Gwentland como protagonista. El uso del muelle-cargadero fue
continuado hasta el año 1970, fecha registrada de la última carga. Su cierre definitivo como estación se formalizó el 15 de junio de 1973.
Durante las décadas de los 89 y 90 sus inmediaciones se utilizaron para el desarrollo de una piscifactoría, hasta que
ésta se trasladara a mar abierto para mejorar la calidad de las playas
adyacentes.
El muelle-embarcadero del Hornillo fue declarado BIC (Bien de Interés
Cultural) por el consejo de Gobierno de la Comunidad Autónoma de la región de
Murcia en 2009, otorgándole la categoría de monumento. Se declaró BIC con el
objetivo de “proteger el patrimonio arquitectónico industrial” por su
singularidad, ya que en la actualidad sólo se conservan en España otros cuatro
embarcaderos de mineral de características similares al de Águilas: Alquife, en Almería, el de Tharsis y Riotinto, en Huelva, y Astillero, en
Santander.
La arquitectura del muelle impone su presencia sobre el paisaje de la bahía en la que se asienta, emergiendo como una estructura de hormigón y metal, ligera y poderosa al mismo tiempo, de gran altura sobre el nivel del mar, reflejado en su superficie en días de calma como un elemento sencillo y funcional. Una obra de ingeniería abierta, sin paredes ni forjados, en la que solo se muestran al observador los elementos estructurales que lo componen y definen, sin más elementos que unos sencillos tableros de cubierta de madera para constituir la plataforma sobre la que maniobran los trenes.
Su basamento inferior (la parte de hormigón)
constituye por el contrario un elemento de fuerte presencia sobre el que se asienta
el muelle de acero, cuya estructura ennegrecida, imponente desde cerca, parece
flotar ingrávida si se observa en la distancia.
El propio Gillman hace una
descripción detallada, casi poética, de su obra en uno de sus documentos:
«...El fondo de la bahía era de roca
sólida…Lo escarpado del lugar obligaba a ejecutar túneles y a salir de ellos
hacia la costa a una altura considerable sobre el agua…
...El muelle consiste en una
subestructura de bloques de hormigón que emerge 8 pies y 3 pulgadas sobre el
mar y una superestructura de acero que soporta una cubierta con 3 líneas de
raíles a 41 pulgadas sobre el agua. La longitud del muelle es de 552 pies y las
mareas son prácticamente inexistentes…
...Los bloques están hechos de
cemento inglés Portland, de 14 o 16 toneladas de peso. Miden cada uno 6 pies de
lado, la mitad de un vano (que es de 12 pies), lo que permite plantar las
columnas en bloques alternativos… Se construyeron 3.334 bloques de éstos…
...Los bloques se colocaron por
medio de una grúa Titán, que se desplazaba por la plataforma ya construida. Los
bloques se colocaban en grupos de 4, sellándose después las juntas con cemento…
...La superestructura consiste en 35 pequeños vanos de 12 pies y 4 vanos
de 33 pies. Los vanos pequeños se soportan por columnas de sección Phoenix,
colocadas en hileras, a una separación de 12 pies, atadas por barras tanto en
planos horizontales como en planos verticales. Cada columna está fijada en un
pedestal de fundición asegurado por pernos atornillados a la subestructura.
Cada conjunto de 3 columnas está unido transversalmente por una viga en cruz atornillada.
La altura está dividida en tres sectores por medio de barras en las direcciones
x e y, y arriostradas por cruces de San Andrés en el plano horizontal…
«Cada una de las vigas superiores
transversales a los pórticos, descansa en dos largueros de madera de 12
pulgadas de altura, y cada viga está destinada a sostener un rail… Los vanos
grandes están formados por 6 vigas de pletina y 2 vigas exteriores de sección
acanalada…».
...Las espitas son 6, y van fijadas de modo que permiten cargar dos
barcos simultáneamente…». La subestructura está protegida por pilotes de madera
y frente entablado en la zona de atraque de los barcos…»
Y, finalmente, el ingeniero Gillman, promotor, proyectista y constructor, hace una declaración sorprendente en la que
atribuye el diseño de la estructura metálica a la propia empresa fabricante de
la misma:
«La superestructura fue diseñada y construida
en Inglaterra bajo la supervisión de los Sres. Livesey, Son y Henderson. El
resto del trabajo fue llevado a cabo por el autor (Gillman) que actuó como
ingeniero residente y fue el responsable del diseño de la subestructura, los
bunkers y las conexiones férreas…»
“Una historia rescatada de las redes
del olvido”
“Recordaba Isabel que tenía diecinueve años de edad, porque aquel apacible lunes de invierno, un 22 de enero del año 1900, era el día de su cumpleaños. Y allí estaba ella, contemplado feliz cómo el gigante de acero se acercaba al andén, con paso lento pero seguro, mientras exhalaba bocanadas intermitentes de humo blanco, acompañada su marcha con la nota larga y aguda del silbato del jefe de estación […]”
Y entonces sucederá que…
“La llegada de ese tren, en el que
viaja un grupo de ingenieros británicos para construir el imponente embarcadero
metálico de la bahía del Hornillo, transformará para siempre la vida de Helena Isabel
(su padre la llamaría con ese primer nombre).
Hija de pescadores, Isabel trabaja en la cantina donde acuden a almorzar
casi a diario dos de esos extranjeros, integrantes de la colonia inglesa que
despierta en el pueblo curiosidad, admiración y recelo a partes iguales. Allí
conocerá a Jack MacWooler, un joven ingeniero de origen hindú, que espera
impaciente la llegada a la localidad de su esposa Katherine, proveniente de
Londres.
Las amigas de Isabel pronto se casarán. Ella siente que nunca se ha
enamorado del todo, pero tiene claro que cuando llegue el día de su boda ésta
será con alguien a quien ame de verdad. Sin embargo, las difíciles
circunstancias familiares la obligan a aceptar una dolorosa proposición: la de
contraer matrimonio con Andrés Pérez, un vecino del pueblo, trabajador y
apuesto, aunque diez años mayor que ella, al que la muchacha conoce solo de
vista y al que persigue el recuerdo de una infancia atormentada.
A partir de entonces todo será nuevo en la vida de la protagonista:
entre la dureza del trabajo diario, el aroma a salitre y la brisa del mar,
Isabel irá descubriendo la complejidad de las pasiones humanas.
Narrada con la calma de quien comparte sus recuerdos, El embarcadero de
los ingleses es la crónica íntima de cuatro años decisivos en la vida de una
mujer que reclamó su lugar en una época donde los prejuicios y las tradiciones
pesaban más que los propios sueños. Una historia de continuos encuentros y
despedidas, así como, aun en la adversidad y la incertidumbre, un canto a la
amistad y al amor en tiempos de cambio.”
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